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La evaluación y la cooperación internacional para el desarrollo sostenible en México

4 de junio de 2020.

Miriam Ordoñez Balanzario

Desde 2015 la Iniciativa CLEAR realiza anualmente la “Semana de la Evaluación”, que en su edición 2020 se lleva a cabo del 1 al 5 de junio. Se trata de un evento que inicialmente se orientó a compartir experiencias y conocimientos en el campo de la evaluación de políticas públicas en México. Originalmente, los temas discutidos en el marco de esta actividad se circunscribían a cuestiones fiscales o técnicas propias de los programas públicos, particularmente los encaminados a la resolución de los grandes problemas de desarrollo social, tales como la pobreza y la desigualdad.

Hoy en día, la Semana de la Evaluación se ha convertido en un foro global con una alta presencia de países latinoamericanos, en el cual se discuten múltiples temas que se vinculan con las prácticas de monitoreo, seguimiento y evaluación. En este contexto, el tipo de actores que participan se ha diversificado, incluyendo a un número mayor de organismos internacionales, empresas privadas y organizaciones de la sociedad civil. Con ello, los temas también se han abierto a un panorama más amplio; uno de los que ha cobrado mayor relevancia en México y la región es el de la cooperación internacional para el desarrollo.

La evaluación no es un tema nuevo en este ámbito; aunque como tal no se expresaba tácitamente, ya comenzaba a aparecer de la mano de la inquietud por evidenciar los resultados de la cooperación por parte de sus oferentes. Rafael Domínguez nos recuerda que el asunto de la “eficacia” ya emergía en la Resolución sobre el Esfuerzo Común de la Ayuda que dio paso al Comité de Asistencia al Desarrollo en 1961. Ubicar este antecedente en el tiempo ayuda a contextualizar en qué punto y de qué forma la evaluación se ha vuelto un tema imprescindible para la cooperación internacional.

A lo anterior hay que agregar la evolución que la propia práctica de la cooperación ha tenido desde la segunda mitad del siglo XX. Su tránsito de esquemas verticales entre oferentes y receptores de ayuda a esquemas horizontales en los que las relaciones se construyen de forma más equitativa, ha influido de manera importante en dar mayor peso a la rendición de cuentas, ya que la ayuda que se desprende de un acto voluntario en principio tiene menos oportunidades de ser escrutable.

La Declaración de París sobre la eficacia de la ayuda al desarrollo de 2005 es de cierta forma el resultado de estos procesos, pues condensa tanto el interés de impulsar la responsabilidad mutua entre países socios, como la necesidad de supervisar y evaluar la implementación de las acciones de cooperación para demostrar sus resultados. Esta iniciativa ha progresado hasta la actualidad generando sus propios instrumentos y mecanismos para lograr dichos propósitos, los cuales se sintetizan actualmente en la promoción de los principios de la efectividad de la cooperación para el desarrollo sostenible: 1.- apropiación de las acciones de cooperación por parte del Estado y otros actores no estatales, 2.- orientación a resultados, 3.-generación de alianzas inclusivas entre múltiples actores, y 4.- transparencia y mutua rendición de cuentas.

A diferencia de la Agenda de los Objetivos del Milenio del año 2000, la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), incorpora especialmente estos principios como medios de implementación en su ODS 17 Revitalizar la Alianza Global para el Desarrollo Sostenible. Asimismo, apuntala expresamente en la resolución que le da origen, la responsabilidad de que los gobiernos den seguimiento y examen a la consecución de los ODS. Incluso, su diseño responde a esto a través de la batería de 17 objetivos, 169 metas y 231 indicadores que permiten su monitoreo.

Naturalmente, la labor de rendir cuentas no queda aquí pues tiene un gran número de implicaciones normativas, políticas, económicas e institucionales. Algunas de las más importantes son: 1.- el fortalecimiento de las capacidades institucionales e individuales para monitorear y evaluar a la cooperación internacional en diferentes niveles de gobierno y ámbitos de actuación, además del gubernamental, 2.- la construcción y mantenimiento de mecanismos e instrumentos adecuados para la sistematización de información y datos que puedan servir a las evaluaciones y a la toma de decisiones, 3.- la existencia de recursos monetarios, materiales y técnicos que permitan realizar estas actividades, 4.- el contar con la voluntad política para apoyar y reconocer la valía del monitoreo y la evaluación y 5.- la necesidad de seguir innovando en la mejorar de estas prácticas.

México ha sido referente regional desde hace por lo menos dos décadas en los ámbitos de monitoreo y evaluación. Edificar sus propios sistemas de seguimiento de las políticas públicas ha involucrado el esfuerzo de muchas instituciones y personas. En el marco de la efectividad de la cooperación internacional y la consecución de la Agenda 2030, ha avanzado en mejorar la coherencia que existe entre esta y sus políticas internas, de tal forma que actualmente la cooperación internacional es una de ellas.

Por ende, desde el ámbito federal hasta el local, cada vez es más posible encontrar buenas prácticas en el seguimiento y evaluación de las acciones públicas y de cooperación orientadas al desarrollo sostenible. A la par, la capacidad de las instituciones y la de otros actores no estatales que operan en dichos ámbitos se ha fortalecido para trabajar junto con organismos internacionales o agencias de cooperación en el propósito de ser eficaces y tener evidencia de ello. En suma, en poco más de cinco décadas, la evaluación de la cooperación internacional se ha reforzado y hoy ofrece oportunidades para seguir aprendiendo y compartiendo experiencias.

Por supuesto, a la par, también representa retos para incrementar la utilidad y el uso de las evaluaciones en la toma de mejores decisiones en pro del desarrollo sostenible; genera el desafío se contar con recursos y voluntad política para seguir realizando estas acciones, pero sobre todo sugiere la necesidad de que pronto esta cultura de evaluar realmente tenga incidencia en lograr mejores resultados en la calidad de vida de las personas, el bienestar de las sociedades y la conservación de los ecosistemas.


Miriam Ordoñez Balanzario

Mexicana. Maestra en cooperación internacional y doctorante en Estudios del Desarrollo en América Latina. En los últimos 10 años me he enfocado profesionalmente a la implementación y evaluación de políticas públicas y proyectos de cooperación internacional. He sido profesora a nivel superior en temas afines a mi experiencia. Participo como voluntaria en diversas redes (ACEVAL, REMECID y AMEI) generando acciones que contribuyan al entendimiento y a la resolución de problemas comunes.

Facebook: Miriam OB

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LinkedIn: Miriam Ordoñez Balanzario

 

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